Desnudando a Farmaindustria: el Sovaldi se desarrolló gracias a fondos públicos
El
discurso habitual de las multinacionales de farmacia es que dedican
mucho dinero y muchos años a investigación + desarrollo, para poder
producir un nuevo medicamento, por lo cual luego tienen que recuperar
las cuantiosas inversiones imponiendo altos costes de venta.
Como recuerda Miguel Jara[1], “lo
primero es comprobar que eso es así. Habría que hacer auditorías
independientes de lo que ha costado el medicamento a la empresa y el
tiempo que ha consumido en ello (y eso cargarlo en la cuenta del precio
del fármaco pues la población no ha de pagar lo que es producto de la
falta de transparencia de una industria y la permisividad de sus
gobernantes). Ver si la molécula se creó en una institución pública,
como suele ocurrir y que ello se contabilice también en el precio final.
Comprobar la verdadera eficacia y seguridad del preparado
farmacológico, para lo cual es fundamental que existan agencias
reguladoras independientes (hoy no lo son) y que tengan TODOS los datos
de los ensayos clínicos hechos por el laboratorio, cosa que no suele
ocurrir”.
En el caso de Sovaldi, el blog “la ciencia y sus demonios”[2],
publica una serie de datos que, suponen la confirmación de que el
precio impuesto por la multinacional Gilead, es un atraco en toda regla
como ya advertíamos[3] días atrás desde CAS:
Pharmasset
fue creada por Liotta y Schinazi entre otros investigadores, que
llevaban desde finales de la década de 1980 colaborando muy
estrechamente en el tema de la búsqueda de medicamentos antivirales,
como se puede comprobar en una veintena de publicaciones[4].
Investigando las fuentes de financiación de los estudios recogidos en estos artículos, se encuentra que todos
ellos (incluidos los que sirvieron de base para el desarrollo del
Sovaldi y otros antivirales bajo patente de Pharmasset) han sido profusa
y generosamente financiados durante más de 20 años por diversas
agencias públicas de EEUU como los famosos “National Institutes of
Health” (16 proyectos de investigación), el “Department of Veterans
Affairs” (9 proyectos), el “United States Department of Energy” (2
proyectos), otros 2 proyectos del “Georgia Veterans Affairs Research
Center for AIDS and HIV Infections” además de proyectos individuales
financiados por el “Molecular Design Institute” del “Office of Naval
Research”, el “United States Public Health Service” y el “National
Cancer Institute”. Además, incluso en un artículo hubo financiación del
también prestigioso “Institut National de la Sante et de la Recherche
Medicale” francés porque formaba parte de una colaboración internacional. Es decir, 33 proyectos de investigación financiados con dinero público durante más de dos décadas.
A
continuación se contactó con inversores y se creó una empresa con sede
en el paraíso fiscal de Barbados, que varios años después se trasladó al
estado de Delaware, que dispone de un estatus económico privilegiado,
que le permite desde suelo yanqui, operar como en cualquier paraíso
fiscal.
En
el 2007 Pharmasset, sin tener ningún medicamento a la venta en el
mercado farmacéutico, sale a bolsa, se revaloriza espectacularmente y en
2011 es comprada por 11.000 millones de dólares por la multinacional
Gilead.
En
2013 la FDA (agencia del medicamento estadounidense) aprueba el uso del
sofosbuvir o Sovaldi para el tratamiento de la hepatitis C y empieza su
comercialización mundial.
Para
acabar, es necesario recordar que se esconde detrás de Gilead. En el
magnífico trabajo de investigación de Pablo Martínez Romero, de CNT
Córdoba, “GILEAD, SOVALDI y Hepatitis C: La Bolsa o la Vida”[5],
el autor desentraña el accionariado, los directivos (entre ellos
algunos que han ejercido como Secretarios de Estado de tres
administraciones norteamericanas, como Donald Rumsfeld y George Shultz).
Como dato anecdótico, el presidente del Consejo de Administración, John
C. Martin, obtuvo en el último año, una compensación total de cerca de
170 millones de $. Como bien apunta Pablo, “la
política de precios y comercial de GILEAD, no se puede entender sin
comprobar como su accionariado y el de las principales farmacéuticas,
está en manos de los principales grupos financieros y de inversión, para
los que esta industria se ha convertido en los últimos años en la base
para una nueva burbuja especulativa, esta vez biotecnológica, dónde, como sucedió con la burbuja inmobiliaria, la salud y la vida de millones de personas es lo último que importa”
[1] Los mercados de enfermos cautivos de medicamentos
[2] El caso del medicamento Sovaldi contra la Hepatitis C como ejemplo de la ruinosa privatización de la investigación biomédica. http://lacienciaysusdemonios.com/2015/01/13/el-caso-del-medicamento-sovaldi-contra-la-hepatitis-c-como-ejemplo-de-la-ruinosa-privatizacion-de-la-investigacion-biomedica/
[3] Hepatitis C: historia de un atraco anunciado.
http://www.casmadrid.org/index.php?idsecc=noticias&id=5525&limit=&titulo=NOTICIAS
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